Había una vez...un muñeco de sal.
Después de peregrinar por tierras áridas llegó a descubrir el mar que nunca antes había visto y por eso no conseguía comprenderlo.
El muñeco de sal le preguntó:
"¿Tú quien eres?" Y el mar le respondió: "Soy el mar".
El muñeco de sal volvió preguntar:
"¿Pero qué es el mar?" Y el mar contesto:
"Soy yo".
"No entiendo", dijo el muñeco de sal, "pero me gustaría mucho entenderte.
¿Qué puedo hacer?" El mar simplemente le dijo:
"Tócame". Entonces el muñeco de sal, tímidamente, tocó el mar con la punta de los dedos del pie y notó que aquello empezaba a ser comprensible, pero luego se dio cuenta de que habían desaparecido las puntas de los pies...
"¡Uy, mar, mira lo que me hiciste!" Y el mar le respondió:
"Tú me diste algo de ti y yo te di comprensión. Tienes que darte todo para comprenderme todo".
Y el muñeco de sal comenzó a entrar lentamente mar adentro, despacio y solemne, como quien va a hacer la cosa más importante de su vida. A medida que iba entrando, iba también diluyéndose y comprendiendo cada vez más al mar.
El muñeco de sal seguía preguntando: "...Qué es el mar?". Hasta que una ola lo cubrió por entero.
En el ultimo momento, antes de diluirse en el mar, todavía pudo decir:
"Soy yo...".
Se desapegó de todo y ganó todo: el verdadero yo.
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