domingo, 28 de octubre de 2012

Nocturno en Do Menor (Póstumo) - Frédéric Chopin





Fryderyk Franciszek Chopin , (en francés, Frédéric François Chopin, Polonia, 22 de febrero o 1 de marzo de 1810 — París, 17 de octubre de 1849) fue un compositor y virtuoso pianista polaco considerado como uno de los más importantes de la historia. Su perfecta técnica, su refinamiento estilístico y su elaboración armónica han sido comparadas históricamente con las de Johann Sebastian Bach, Franz Liszt y Ludwig van Beethoven por su perdurable influencia en la música de tiempos posteriores. La obra de Chopin representa el Romanticismo musical en su estado más puro.


Nocturno en do menor

Este nocturno en do menor, que fue publicado de forma póstuma y también sin número de opus, fue escrito en realidad en el año 1837. Su duración es de unos tres minutos y medio, su tempo es andante sostenuto y la mayor parte de él está se toca piano, aunque crece un poco tras la sección central (luego vuelve a piano). Está listado también como Brown-Index 108.

La mano derecha lleva la voz principal, por lo que desarrolla el tema de la pieza, que se repite de varias maneras distintas a lo largo del nocturno. Tiene parecidos con el anterior Nocturno en do sostenido menor, como por ejemplo las escalas ascendentes o descendentes más rápidas tras un tiempo de mayor tranquilidad, aunque es ligeramente más complicado porque la cantidad de notas es mayor en general. La mano izquierda también es bastante similar en la forma al Nocturno en do sostenido menor de 1830, aunque es algo más difícil. Toca ocho corcheas cada compás, pero de ellas, la tercera y la séptima no son notas simples, sino que son acordes de dos o tres notas, lo que obliga a mover más la mano.

(Wikipedia)

sábado, 26 de mayo de 2012

Claro de Luna





La Sonata para piano n.º 14 en do sostenido menor "Quasi una fantasia", Op. 27, n.º 2, popularmente conocida como Claro de luna, fue escrita por Ludwig van Beethoven en 1801 y publicada en 1802. Se trata de una de las obras más famosas del autor, junto con el primer movimiento de la Quinta Sinfonía y su bagatela para piano Para Elisa. (Wikipedia).

lunes, 2 de abril de 2012

Clara de Asís: el coraje de una mujer apasionada




 Hace 800 años, en la noche del 19 de marzo de 1221, el día siguiente al Domingo de Ramos, Clara de Asís, toda ataviada, huyó de casa para unirse al grupo de Francisco de Asís en la capillita de la Porciúncula, que todavía hoy existe. Las clarisas de todo el mundo y toda la familia franciscana celebran esta fecha que conmemora la fundación de la Orden de Santa Clara extendida por el mundo.

Clara junto con Francisco –nunca debemos separarlos, pues se habían prometido, en su puro amor, que «nunca más se separarían», según la hermosa leyenda de la época– representa una de las figuras más luminosas de la cristandad. Es bueno recordarla en este mes de marzo, dedicado a las mujeres. Por causa de ella, hay millones de Claras y María Claras en el mundo. Ella, de familia noble de Asís, de los Favarone, y él, hijo de un rico e influyente mercader de telas, de los Bernardone.

Con 16 años de edad quiso conocer al ya entonces famoso Francisco, que andaba por los 30 años. Bona, su íntima amiga, cuenta bajo juramento en las actas de canonización que entre 1210 y 1212 Clara «fue muchas veces a conversar con Francisco, secretamente, para no ser vista por los parientes y para evitar maledicencias». De estos dos años de encuentro nació una gran fascinación del uno por el otro. Como comenta uno de sus mejores investigadores, el suizo Antón Rotzetter en su libro Clara de Asís: la primera mujer franciscana (Vozes 1994): «en ellos irrumpió el Eros en su sentido más propio y profundo, pues sin el Eros no existe nada que tenga valor, ni ciencia, ni arte ni religión, Eros que es la fascinación que impele a un ser humano hacia otro y lo libera de la prisión de sí mismo» (p. 63). Ese Eros hizo que ambos se amasen y se cuidasen mutuamente, pero en una transfiguración espiritual que impidió que se cerrasen sobre sí mismos. Francisco afectuosamente la llamaba «mi Plantita».

Cultivaron juntos tres pasiones a lo largo de toda su vida: la pasión por Jesús pobre, la pasión por los pobres y la pasión del uno por el otro. En ese orden. Planearon entonces la fuga de Clara para unirse al grupo que quería vivir el evangelio puro y simple.

La escena no tiene nada que envidiar en creatividad, osadía y belleza, a las mejores escenas de amor de las grandes novelas o películas. ¿Cómo podría una joven rica y hermosa huir de casa para unirse a un grupo parecido a los «hippies» de hoy? Pues así debemos representar el movimiento inicial de Francisco. Era un grupo de jóvenes ricos, dados a las fiestas y serenatas, que resolvieron hacer una opción de total despojamiento y rigurosa pobreza siguiendo los pasos de Jesús pobre. No querían hacer caridad para los pobres, sino vivir con ellos y como ellos. Y lo hicieron con un espíritu de gran jovialidad, sin criticar siquiera la Iglesia opulenta de los papas.

Esa noche del 19 de marzo, Clara, a escondidas, huyó de casa y llegó a la Porciúncula. Entre luces temblorosas, Francisco y sus compañeros la recibieron festivamente. Y en señal de su incorporación al grupo, Francisco le cortó sus cabello rubios. Luego, Clara vistió la ropa de los pobres, sin teñir, más un saco que un vestido. Después de la alegría y de las muchas oraciones fue acompañada al convento de las benedictinas a 4 km de Asís. Dieciseis días más tarde, su hermana menor, Inés, también huyó y se unió a ella. La familia Favarone intentó, hasta con violencia, llevarse a las hijas; Clara se agarró a los manteles del altar, mostró su cabeza rapada e impidió que la llevasen. Mostró la misma intrepidez cuando el papa Inocencio III no quiso aprobar el voto de pobreza absoluta. Luchó tanto que el papa al fin consintió. Así nació la Orden de las Clarisas.

Su cuerpo intacto después de 800 años demuestra, una vez más, que 
el amor es más fuerte que la muerte.

Leonardo Boff - 30 de marzo de 2012

Relacionado:
http://bocadeluz.blogspot.com.es/2011/08/el-amor-entre-clara-y-francisco-de-asis.html

jueves, 9 de febrero de 2012

Claro de Luna

Esto es para a tí...neo

Sonata para piano n.º 14 en do sostenido menor 
"Quasi una fantasia", Op.27, n.º 2, de Ludwig van Beethoven
(1er. mov., "Adagio sostenuto" )


La leyenda de la Sonata "Claro de Luna"

La sonata de Beethoven, que ha sido conocida como “Claro de Luna”, fue escrita hacia finales de la vida de su compositor, luego de que su poder hubiera alcanzado la cima, y junto con la “Patética”, y otras dos, marcan el punto más alto en la literatura pianística de la clásica escuela. Hay una vieja historia relacionada con la composición de esta sonata. Si bien ha sido desacreditada por muchos, ya es parte de la tradición de la sonata, y es muy interesante su lectura.


"Wschód Księżyca" (1884)- Stanisław Maslowski


Se cuenta que una noche, Beethoven y un amigo estaban caminando por las calles de Bon, y, al pasar por uno de los barrios más pobres, se sorprendieron de oír música, bien interpretada, proveniente de una de las casas. Beethoven, con su usual intrepidez, cruzó la calle, abrió la puerta de un empujón, e ingresó a la casa sin anunciarse. La habitación era precaria, y estaba iluminada por una débil vela. Un hombre joven se encontraba trabajando sobre un banco de zapatero en un rincón. Una joven mujer, aún casi una niña, estaba sentada a un viejo piano cuadrado. Ambos se sobresaltaron por la intromisión, pero su sorpresa no fue mayor que la de Beethoven y su amigo al enterarse que la joven era ciega.


Beethoven, un tanto confundido, se apresuró para disculparse, y explicó que había quedado tan impresionado con la calidad de ejecución de la joven, que había apresurado por averiguar quien era que estaba tocando en ese mismo momento esa noche y en ese barrio de la ciudad. Luego, preguntó amablemente a la muchacha dónde había aprendido a tocar, a lo cual ella respondió que una vez habían vivido al lado de una mujer que estudiaba música, y quien pasaba gran parte de su tiempo practicando las obras del gran Maestro, Beethoven. Ella había aprendido a tocar muchas de las piezas del Mestro tan sólo oyendo practicar a su vecina. El hermano de la joven los interrumpió en ese momento para saber quienes eran los intrusos, y que seguramente habían notado la pobre interpretación de su hermana. "¡Escucha!" Dijo Beethoven, mientras caminaba hacia el piano, luego se sentó y tocó los acordes iniciales de su Sonata Claro de Luna.


Lágrimas cayeron de los ojos de la muchacha al momento en que ella reconoció la música, y luego con una voz trémula, le preguntó a él si era posible que fuera el gran Maestro en persona. “Si” respondió Beethoven; “tocaré para ti”. Luego de unos momentos, mientras tocaba una de sus composiciones más viejas, la vela parpadeó, y se apagó. La interrupción pareció romper el tren de su memoria. Beethoven se levantó, fue hacia la ventana, y la abrió, inundando la habitación con la luz de la luna. Luego de meditar unos momentos, se volvió y dijo: “Improvisaré una sonata a la luz de la luna”. Luego siguió la maravillosa composición que conocemos tan bien.


Sin embargo, para introducir un frío y desagradable aspecto a este relato tan poético, debemos saber que debido el método de escritura de Beethoven y a su hábito de retocar, revisar y pulir una y otra vez sus manuscritos, es probable que la improvisación de aquella noche fuera mucho más aburrida que el trabajo final. El primer movimiento de la sonata “Claro de Luna” es lento, majestuoso y sombrío, como un hermoso y formal jardín que yace ilusionado en la oscuridad de la noche. Luego aparece silenciosamente escabulléndose bajo la sombra del acompañamiento, una triste e infinitamente amorosa melodía, que impregna todo el movimiento, hasta que el completo significado de su espeluznante y mística belleza es revelado; incluso mientras la luna naciente gradualmente baña nuestro oscuro jardín en un esplendor plateado.


Luego de una pausa sin respiros, comienza el segundo movimiento, y nuestro jardín se llena de repente con espíritus danzantes, etéreos y delicados, como sabemos que deben ser los espíritus, pero moviéndose con un abandono de ritmo que lo lleva lejos en un remolino de placer. Un corte repentino, otro silencio de suspenso, y comienza el tercer movimiento: como una ráfaga de viento que azota los árboles y envía a los espíritus a refugiarse a toda prisa, las notas caen apresuradamente, arremolinándose, como suele hacerlo el viento. Las nubes corren deprisa por el cielo, pero incluso ahora y entonces por entre los claros, se ve la luna cabalgando majestuosamente, inundando el tortuoso jardín con dulces y serenas melodías de luz.