jueves, 27 de octubre de 2011

¿CULPABLE O INOCENTE?

Cuentan que, en la Edad Media , un hombre fue injustamente acusado de
asesinar a una mujer.
En realidad, el verdadero autor era una persona  influyente y por eso
buscaron a un "chivo expiatorio" para encubrir al verdadero culpable.

El hombre fue llevado a juicio,  conociendo que tendría  poca
oportunidad de escapar al veredicto: ¡ LA HORCA !

El Juez, también cómplice, cuidó de que pareciera un juicio justo y
le dijo al acusado:

- "Conociendo tu fama de hombre devoto del Señor, vamos a dejar en
manos de Él tu destino.
Vamos a escribir en dos papeles separados las palabras culpable e
inocente.  Tu escogerás uno de ellos y será la mano de Dios la que
decida tu destino"

Por supuesto, el juez corrupto había preparado dos papeles con la
misma leyenda:
                          "CULPABLE"



y la pobre víctima se dio cuenta que era una trampa.

No había escapatoria.



El Juez conminó al hombre a tomar uno de los papeles doblados.

¿Qué piensas que hizo?
Peter grabiel non cray


¿Tú que harías? ¿Intentar huir? ¿Resignarte a ese fatal destino?


martes, 4 de octubre de 2011

El amor entre Clara y Francisco de Asís






  Francisco (†1226) y Clara (†1253), ambos de Asís, son dos de las más queridas figuras de la cristiandad, de las cuales podemos realmente enorgullecernos. Los dos unían tres grandes pasiones: por Cristo pobre y crucificado, por los pobres, especialmente los leprosos, y del uno por el otro. El amor por Cristo y por los pobres no disminuía en nada el amor profundo que los unía, mostrando que entre las personas que se consagran a Dios y al servicio de los otros puede existir verdadero amor y relaciones de gran ternura. Hay entre Francisco y Clara algo misterioso que conjuga Eros y Ágape, fascinación y transfiguración. Los relatos que se conservan de la época hablan de los encuentros frecuentes entre ellos. Sin embargo, «regulaban tales encuentros de manera que aquella divina atracción mutua pudiese pasar desapercibida a los ojos de la gente, evitando rumores públicos».
Lógicamente, en una pequeñísima ciudad como Asís todos sabían todo de todos. Así, también del amor entre Clara y Francisco. Una leyenda antigua se refiere a esto con tiernísimo candor: «En cierta ocasión, Francisco había oído alusiones inconvenientes. Fue a Clara y le dijo: ¿Has oído, hermana, lo que el pueblo dice de nosotros? Clara no respondió. Sentía que su corazón se iba a parar y que si decía una sola palabra más, lloraría. Es tiempo de separarnos, dijo Francisco. Ve tú delante y antes de que caiga la noche habrás llegado al convento. Yo iré solo y te acompañaré de lejos, según me conduzca el Señor. Clara cayó de rodillas en medio del camino, poco después se repuso, se levantó y siguió caminando sin mirar hacia atrás. El camino atravesaba un bosque. De repente, ella se sintió sin fuerzas, sin consuelo y sin esperanza, sin una palabra de despedida antes de separarse de Francisco. Aguardó un poco. Padre, le dijo, ¿cuándo nos veremos de nuevo? Cuando llegue el verano, cuando vuelvan a florecer las rosas, respondió Francisco. Y entonces, en aquel momento, sucedió algo maravilloso: parecía que hubiera llegado el verano y miles y miles de flores irrumpían sobre los campos cubiertos de nieve. Tras el asombro inicial, Clara se apresuró a coger un ramillete de rosas y lo puso en las manos de Francisco». Y la leyenda termina diciendo: «A partir de ese momento Francisco y Clara nunca más se separaron».