lunes, 15 de agosto de 2011

El muñeco de sal

Había una vez...un muñeco de sal.
Después de peregrinar por tierras áridas llegó a descubrir el mar que nunca antes había visto y por eso no conseguía comprenderlo.  
El muñeco de sal le preguntó: 
"¿Tú quien eres?" Y el mar le respondió: "Soy el mar".  
El muñeco de sal volvió preguntar: 
"¿Pero qué es el mar?" Y el mar contesto: 
"Soy yo".
  
"No entiendo", dijo el muñeco de sal, "pero me gustaría mucho entenderte.
¿Qué puedo hacer?"  El mar simplemente le dijo:
"Tócame". Entonces el muñeco de sal, tímidamente, tocó el mar con la punta de los dedos del pie y notó que aquello empezaba a ser comprensible, pero luego se dio cuenta de que habían desaparecido las puntas de los pies... 
"¡Uy, mar, mira lo que me hiciste!" Y el mar le respondió: 
"Tú me diste algo de ti y yo te di comprensión. Tienes que darte todo para comprenderme todo".


Y el muñeco de sal comenzó a entrar lentamente mar adentro, despacio y solemne, como quien va a hacer la cosa más importante de su vida. A medida que iba entrando, iba también diluyéndose y comprendiendo cada vez más al mar.  
El muñeco de sal seguía preguntando: "...Qué es el mar?". Hasta que una ola lo cubrió por entero. 
En el ultimo momento, antes de diluirse en el mar, todavía pudo decir:


"Soy yo...".                                                                                                        
                 Se desapegó de todo y ganó todo: el verdadero yo.

sábado, 6 de agosto de 2011

Hiroshima (relato de un testigo)



Carta de Hiroshima
por Tamiki Hara (1905-1951)

El 6 de Agosto de 1945 me levanté hacia las 8 de la mañana. La noche anterior había habido dos señales de alarma pero no se produjo ningún bombardeo...

De pronto recibí un golpe en la cabeza y todo se obscureció ante mis ojos. Lancé un grito y levanté los brazos. En medio de las tinieblas lo único que escuchaba era un silbido como el de una tempestad. No lograba comprender lo que pasaba. Mi propio grito lo oí como si hubiera sido proferido por otra persona.
Luego, todo lo que me rodeaba comenzó a ser nuevamente visible, aunque algo confuso, y tuve la impresión de encontrarme en un sitio dónde se hubiera producido un espantoso cataclismo. Tras las espesas nubes de polvo apareció el primer trozo de cielo azul, seguido inmediatamente de otros, cada vez más numerosos.
Pequeñas llamas comenzaron a salir del edificio contiguo, que era un depósito de productos farmacéuticos. Había que escapar de allí. Así que , en compañía de K, me abrí camino entre los escombros.
El humo se elevaba de todas las casas en ruinas formando torbellinos. Llegamos a un lugar donde las llamas despedían un calor insoportable. Luego desemboscamos en otra calle que nos condujo hasta el puente de Sakae.
El número de refugiados que acudía hacia este sitio aumentaba sin cesar. Tomé la dirección del palacio Izumi...